Las calderas de condensación sólo funcionan con gas, y su tecnología consigue aprovechar al máximo el calor de los humos de combustión.
Su diseño compacto y reducido, para minimizar las pérdidas, y mural (de pared) permite ahorrar espacios llegando a eliminar el cuarto de calderas y optimizar la superficie habitable.
Es sabido que en la combustión de un gas se genera vapor de agua. El vapor de agua tiene un alto contenido energético que cede al ser condensado y que puede ser aprovechado.
Los humos de una caldera convencional se expulsan a la atmósfera a 150 – 200 ºC. Si se enfrían hasta la temperatura de condensación, alrededor de 55 ºC, también suponen un aporte de calor. La suma de estas contribuciones supone un 11% del total de la energía que tiene el combustible.
Por esto no es de extrañar que estas calderas consigan rendimientos alrededor del 106%. Esto no significa que se genere más energía de la que lleva el combustible, sino que el rendimiento de las calderas normales está calculado sin tener en cuenta esta energía.
El hecho que los humos salgan a una temperatura inferior a los 55 ºC no significa que este tipo de calderas no puedan dar agua caliente a más temperatura. Este calor sirve para precalentar el agua antes de entrar en contacto con la cámara de combustión.
Conviene mencionar que si se utilizan radiadores se tiene que garantizar que el retorno de agua esté a una temperatura inferior a 50 ºC, para conseguir el completo enfriamiento de los gases y su condensación. Por esta razón, este tipo de calderas se adaptan perfectamente a la calefacción por suelo radiante.
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